Ilustración de Carmen Martín Gaite
“Antes
del plano de Manhattan y de los libros de cuentos, el primer regalo que Sara
había recibido del rey-librero de Morningside –cuando tenía sólo dos años- fue
un rompecabezas enorme. Sus cubos llevaban en cada cara una letra mayúscula
diferente, von el dibujo en colores de una flor, fruta o animal cuyo nombre
empezara por aquella letra.
Gracias
a este rompecabezas, Sara se familiarizó con las vocales y las consonantes, y
les tomó cariño, incluso antes de entender para qué servían. Ponía en fila los
cubos, les daba la vuelta y combinaba a su capricho las letras que iba
distinguiendo unas de otras por aquellos perfiles tan divertidos y peculiares.
La E parecía un peine, la S una serpiente, la O un huevo, la X una cruz
ladeada, la H una escalera para enanos, la T una antena de televisión, la F una
bandera rota. Su padre le había dado un cuaderno grande, con tapas duras como
de libro, que le había sobrado de llevar las cuentas de la fontanería. Era de
papel cuadriculado, con rayas rojas a la izquierda, y en él empezó a pintar
Sara unos garabatos que imitaban las letras y otros que imitaban muebles,
cacharros de cocina, nubes o tejados. No veía diferencia entre dibujar y escribir”
(29-30) “Pensó vagamente que por aquellos barrios, tal vez no demasiado lejos
de allí, existió en tiempos una librería que ella nunca había llegado a conocer.
El Reino de los Libros” (183)
Ilustración: http://www.domestika.org/proyectos/58819-caperucita_en_manhattan
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